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Salmo 103: Alabanza a Dios por sus bondades

El Salmo 103 es un Salmo de David. Al parecer lo escribió durante sus últimos años de vida, después de pasar por alguna enfermedad o situación difícil. Debe animarnos e inspirarnos ver que David decide recordar todas las bondades y misericordias que Dios había tenido para con él a través de los años, en lugar de quejarse y enfocarse en su sufrimiento. ¡Aprendamos de él! Intentemos tomar unos minutos cada día para recordar las bondades de Dios en nuestra propia vida y mostrarle nuestra gratitud. Dios es bueno y sus misericordias son nuevas cada mañana (Lamentaciones 3:22-23).

Examinemos el Salmo en detalle y descubramos cómo debe ser nuestra alabanza a Dios.

Cómo debemos alabar a Dios El Salmo comienza con dos versículos poderosos. David llama a su alma a despertar y exhorta a todo su ser a alabar a Dios. ¿Cuántas veces alabamos a Dios solo con nuestros labios? Le cantamos con nuestra boca mientras nuestra mente está en otro lugar. ¡No debe ser así! La verdadera alabanza surge desde lo más profundo de nuestro ser y despierta nuestro espíritu, nuestro cuerpo y nuestra mente. La alabanza nos lleva a reconocer la santidad de nuestro Dios y a anhelar ser más como él. Él es Santo y nos llama a ser santos (1 Pedro 1:14-16). ¿Cómo lo logramos? Acercándonos más a Dios y permitiendo que él nos transforme cada vez más conforme a su imagen. "No olvides ninguno de sus beneficios." Cuando nos detenemos a recordar y enumerar conscientemente todas las bendiciones que Dios nos ha dado nuestro corazón responde con adoración y gratitud por todas sus bondades. No seamos como los que solo se acuerdan de Dios cuando necesitan algo. Seamos hijos agradecidos, con corazones atentos y sensibles al mover de Dios en nuestro día a día. ¿Por qué debemos alabar a Dios? El salmista David pasa a enumerar algunas de las razones que tenemos para alabar a Dios. Miremos cada una de ellas y pensemos en cómo podemos mejorar la forma en que alabamos y adoramos a Dios.

Por las bendiciones que él nos da Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias; él rescata tu vida del sepulcro y te cubre de amor y compasión; él colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a las águilas. El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos. Dio a conocer sus caminos a Moisés; reveló sus obras al pueblo de Israel. (Salmo 103:3-7) En estos versículos David menciona algunas de las bendiciones que Dios nos da. Comienza con el perdón de nuestros pecados porque ese es el regalo más grande que Dios nos ha dado. David sabía bien lo que es recibir el perdón de Dios, cómo impacta nuestra vida aquí y el poder que tiene para transformarnos por la eternidad. Nuestro espíritu despierta al saberse perdonado y se somete voluntariamente para permitir la obra de Dios en todas las áreas de la vida. Mira estos ejemplos bíblicos de vidas transformadas por el perdón de Dios. Dios no solo nos sana espiritualmente sino que también nos concede la sanidad física. Él sana todas nuestras enfermedades sea por medio de su intervención directa o a través de la medicina. Servimos al Dios todopoderoso y en él podemos confiar. Dios nos rescató del sepulcro, no tenemos que temer a la muerte. En Colosenses 1:13 dice que él "nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo". Su reino es uno de amor y compasión que él derrama sobre nosotros para que cuidemos y mostremos su corazón al mundo que nos rodea.

Nuestros cuerpos se renuevan y reciben nuevas fuerzas al recordar las abundantes bondades de Dios. Cuando llegan los problemas y dificultades a nuestras vidas es importante recordar todo lo que Dios nos ha concedido, las muchas maneras en las que nos ha mostrado su amor y cuidado. Este recuerdo renueva nuestras fuerzas y rejuvenece nuestros huesos de tal forma que a veces parece que somos capaces de volar sobre las situaciones. ¡Así de fuerte es la paz y la fortaleza que Dios nos concede! La hemos sentido en el pasado y la seguiremos sintiendo porque Dios es el mismo ayer y hoy y por los siglos (Hebreos 13:8). Él ha sido fiel y seguirá siéndolo.

Dios es justo y su justicia no es solo para con nosotros sino para con todos los oprimidos. A veces parece que el mal va ganando, pero Dios sigue moviéndose en este mundo y él defiende a los que sufren injusticia y opresión. Seamos agentes de bendición, llevemos su libertad y su justicia a los que padecen opresión. Puede parecer una tarea demasiado grande, pero Dios nos mostrará cómo hacerlo así como mostró sus caminos a Moisés y reveló sus obras al pueblo de Israel. Por sus atributos y la forma en que trata con nosotros El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor. No sostiene para siempre su querella ni guarda rencor eternamente. No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga según nuestras maldades. Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra. Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente. Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. Él conoce nuestra condición; sabe que somos de barro. (Salmo 103:8-14)

Dios es misericordioso, es compasivo y está lleno de amor. Contrario a nosotros los humanos, él no se deja llevar por la ira o el rencor ni actúa de forma injusta. Su ira llega lentamente, controlada y dándonos antes la oportunidad para que reconozcamos su amor y nos volvamos a él. Y tan pronto lo hacemos él nos recibe y nos perdona. Dios no permite que nuestros errores y pecados sean los que dicten cómo nos trata. Su gran amor impulsa cada acto para con sus hijos y cubre todo lo que nos rodea. Dios llama nuestra atención para que oigamos su dulce voz y vivamos en obediencia. La compasión de Dios es como la de un padre con sus hijos. Él intenta ver siempre lo bueno en nosotros y recuerda nuestra condición humana, nuestra lucha entre el querer y el hacer su voluntad. Dios es paciente con sus hijos. Él está atento a nuestro clamor para recibirnos en sus brazos de amor y compasión. Por su eterno amor Pero el amor del Señor es eterno y siempre está con los que le temen; su justicia está con los hijos de sus hijos, con los que cumplen su pacto y se acuerdan de sus preceptos para ponerlos por obra. (Salmo 103:17-18) La realidad es que nuestros cuerpos terrenales son finitos. La fuerza y la salud que disfrutamos hoy pueden terminar en cualquier momento. Lo físico perece como la hierba y la flor del campo, pero el amor de Dios jamás se acaba: nos acompaña en nuestras vidas aquí en la tierra y lo disfrutaremos en toda su plenitud por la eternidad. Nuestra mirada debe estar puesta en lo que es eterno. Sí es importante cuidar de nuestra salud, hacer bien nuestro trabajo, disfrutar de nuestra familia y de las actividades que nos agradan. Pero lo más importante debe ser estar dentro de la voluntad de Dios y vivir vidas de obediencia ante él.

Porque Dios es Rey y merece nuestra alabanza Alaben al Señor, ustedes sus ángeles, paladines que ejecutan su palabra y obedecen su mandato. Alaben al Señor, todos sus ejércitos, siervos suyos que cumplen su voluntad. Alaben al Señor, todas sus obras en todos los ámbitos de su dominio. ¡Alaba, alma mía, al Señor! (Salmo 103:20-22) Dios reina y David termina el Salmo exhortando a toda la creación a alabarle. Los ángeles, los ejércitos celestiales, toda la humanidad y todo lo que él creó debe alabarle hoy y por siempre. ¿Y cómo no vamos a alabar al Dios todopoderoso a quien le ha placido reinar con tanto amor, compasión, misericordia y justicia? La respuesta lógica de nuestros corazones ante todos sus beneficios debe ser la alabanza. ¡Que no pase un solo día en el cual no nos detengamos a alabar y agradecer a nuestro Dios por todas sus bondades! @OracionaDiario




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